“Save a life”, el desesperado llamamiento por Nikolai

Queridos amigos,

Nunca quise escribir este artículo y estaría bien que nadie llegara a escribirlo. De hecho, creo que esto es mucho más que un artículo; es un llamamiento humanitario; es el llamamiento humanitario más importante que he tenido que hacer nunca porque trataría de resolver una cuestión de «vida o muerte». Sí, lo he escrito bien, ‘de vida o muerte’.

Francesco, un querido compañero de trabajo, se ha puesto en contacto conmigo para que me involucre en esto caso desesperado.  En el centro de todo está Nikolai, un joven moldavo de 27 años, amable y gentil, primo de su novia, que padece una terrible enfermedad. No hace mucho, a última hora de la tarde, Lana, la novia de Francesco, recibió esta llamada de su madre:

– «Hola Lana»

– «Hola mamá, ¿va todo bien? ¿Por qué me llamas a estas horas? ¿Pasa algo?», dijo Lana.

– «No te llamo por mí, sino por Nikolai», dijo su madre.

– La tía me ha dicho que ha empeorado. Todo el tratamiento que ha recibido no ha servido de nada. Sigue perdiendo sangre; tose todo el tiempo y ahora también le han aparecido extrañas hinchazones en el pecho que le hacen daño. La situación es realmente grave, Lana», replica.

– Aquí en Moldavia los médicos dicen que no pueden hacer nada más por él. Nikolai está aterrorizado. Le han dicho que lo intente en el extranjero. Es como si le hubieran abandonado. Tu tía nos llamó desesperada y nos preguntó si podíamos intentar algo allí en Italia’, continuó su madre.

Con voz temblorosa y un nudo en el estómago respondió Lana:

– «Mamá, que se vaya inmediatamente. Le alojaremos con nosotros. Francesco y yo tomaremos medidas desde ahora para hacer algo.

Nikolai vino a Italia y ha sido un huésped bienvenido en casa de mi colega Francesco y su novia durante las últimas semanas.

Como habrán adivinado, su viaje a nuestro país es cualquier cosa menos una visita de placer: Nikolai se está muriendo. Tiene algo desagradable llamado linfoma linfoblástico B, una de las variantes más agresivas de este tipo de tumor.

Los tratamientos que ha recibido en Moldavia han resultado ineficaces, aunque sería más exacto decir «muy inadecuados». Nikolai llamó carniceros sin preparación a los oncólogos de su hospital, y es frustrante saber que se ha perdido tanto tiempo valioso en vano. Pero esa no es la cuestión. La cuestión es que no quiere rendirse y ha decidido venir a Italia para hacer otro intento, pidiendo ayuda a un país que ha hecho de la lucha contra el cáncer una excelencia médica en toda Europa.

Al llegar a Italia, Francesco y su novia se pusieron inmediatamente en contacto con el Centro Oncológico Romagnolo de Forlì. Se sorprendieron al saber que habían desaparecido algunas páginas del expediente médico moldavo. ¿Quién sabe por qué?

Los médicos de Forlì reiteraron la importancia de iniciar el tratamiento de quimioterapia lo antes posible porque, y esta es una noticia EXCELENTE, aunque el linfoma se encuentre en una fase avanzada, hay bastantes posibilidades de tratar la enfermedad.

La MALÍSIMA noticia, en cambio, es que Moldavia es un país extracomunitario sin facilidades ni acuerdos con nuestro sistema nacional de salud. Se han hecho muchas llamadas a hospitales, organizaciones sin ánimo de lucro, centros sociales y grupos de médicos voluntarios que prestan asistencia a jóvenes como Nikolai. Parece que, a muy corto plazo (por desgracia, cada vez es más corto), la única salida es empezar a pagar el tratamiento.

Estamos hablando de grandes sumas de dinero, demasiado grandes para una sola persona. Nikolai, que trabajaba como mecánico en su país, podía contar como mucho con un sueldo mensual de 150 euros. Una evaluación provisional de los cuatro primeros ciclos de quimio + inmunoterapia + autotrasplante de células madre estima los costes entre 20.000 y 30.000 euros, con la posibilidad de necesitar otros tantos para el trasplante de médula.

Sólo esta cifra basta para darse cuenta de lo difícil que es para él este reto.

Pero, como ya he dicho, no quiere rendirse y no le faltan agallas. Ha pedido ayuda, y en su pequeño pueblo al este de los Cárpatos ya ha conseguido reunir una cantidad que quizá sea pequeña comparada con el coste del tratamiento que tendrá que afrontar, pero enorme para la capacidad económica de su tierra natal. Es una maravillosa ola de generosidad procedente de Moldavia, un país que quizá no cuente con los mejores oncólogos de Europa, pero que sin duda tiene gente de gran corazón.

Pero, como comprenderán, no es suficiente.

Francesco me explicó detalladamente todos los pasos que hicieron del tratamiento de pago la única opción viable. Pasos que le llevaron a desenredarse entre oficinas de registro, AUSL, jefaturas de policía, así como centros hospitalarios y de primeros auxilios, con una información que por desgracia no siempre era clara, cuando no engañosa. Lo único que Nikolai no tiene es tiempo. Por eso se tomó la decisión de iniciar el tratamiento.

En estos momentos, Nikolai se encuentra en el hospital CORE de Reggio Emilia, en el departamento de hematología, una sala aséptica. Hace unos días, Francesco y yo fuimos al hospital a conocerle.

Al principio, nos negaron la posibilidad de hacer fotos dentro de la sala, ya que el protocolo en estos casos es muy estricto («y con razón»).  Después, explicándonos con calma cuál era el objetivo de la iniciativa, el médico jefe nos permitió reunirnos con Nikolai en la sala. Fue allí donde se tomó la foto de abajo.

Un encuentro sin duda emotivo. Sólo cuando Nikolai vino hacia mí con bata, gorro y mascarilla aséptica, conectado a una máquina transportable, me di cuenta de lo frágil de su situación. La emoción aumentó en cuanto me puse delante de él y pensé en mi hijo de casi 25 años.

Tras un tímido saludo en un gracioso italiano («grassie»), asintió con la cabeza y, tras bajarse la mascarilla, adoptó una pose, por así decirlo, «moldava», austera y seria, demostrando que ninguna enfermedad puede arrebatarle su orgullo.

Lo que les cuento es una historia desgarradora que me hace darme cuenta de la suerte que tenemos de haber nacido en Italia y no en otra parte; en un país donde un médico intenta en primer lugar tratarte y no te pide sobornos para hacerlo; en un país, sobre todo, que no te utiliza como rata de laboratorio.

«¿No sé si alguna vez te has preguntado cuánto vale tu vida? Para Nikolai es más o menos el coste de un coche pequeño».

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